
DER ERZENGEL
no es eliminar el paraíso sino gobernarlo, indemnizar su fuego,
su voluntad de llamas hasta que Dios se pudra en el exilio
sin comprenderlo.
Juan Chow
Siempre te pensé en el santuario,
con tus alas replegadas
ante el animal sagrado,
con tu máscara de toro y tu gallardete
para el águila y los felinos,
en silencio,
repasando el hueso oracular del enemigo,
tejiendo el hilo invisible
que une las secretas afinidades
de las cosas últimas.
Tú,
esbozando la ruta del astro niño,
llevándolo hasta las aguas primigenias,
asistiéndolo al encuentro
con los senos vigorosos de la diosa madre.
Tú,
tres veces grande
entre los tuyos,
el Trimegisto,
provisto de la lira y del verbo,
teúrgo en tus mínimas aldeas.
Salvo, siempre a salvo,
replegado al perímetro cabal
donde perduran tus eufonías
de agua y aceite.
Aurora,
alondra,
fuente,
estolón y soto,
arquitecto,
cómplice del trébol,
primer arcano
con su tablero de elementos
y su daga.
El que ve,
el que comprende,
el que revela,
el que ignora a los gallos sacros
de la madrugada.