Hay amada mía
¿Quién sería yo
si no hubiese conocido tus caderas,
si no hubiese atado mi corazón
a una de tus piernas
y vagado, sin quinqué, a mis anchas por tu alma?
a la vieja usanza,
uno sale casi siempre del encierro
con las manos en los bolsillos
y un salvoconducto tallado en el pecho.
Los cuerpos se atraen en razón directa de sus masas
e inversa al cuadrado de las distancias.
estoy en busca de mis viejas jaurías,
siguiendo el trayecto trazado por chaska,
olfateando la vieja luna de mis lobos.