El salario del miedo / un texto del Capitán Bacardi

El salario del miedo

“mi General decía que el dinero nunca le había manchado

las manos

que la sangre sí pero el dinero no”

Roque Dalton.

La segura mano de Dios

Que nos aumenten el salario
a los poetas.

Nosotros sí necesitamos comer bien,
vestir bien o por lo menos mejor,
clases de defensa personal
para controlarnos a nosotros mismos
con una feroz llave de judo
cuando nos pasamos de la raya.

Nosotros sí lo merecemos.

¿Cómo diabos entonces
vamos a salir de noche
a consultar el pavimento,
a perseguir chicas imposibles,
a detonar una y otra vez
-sin grandes resultados-
las esclusas de la Cervecería Costa Rica?

Que nos aumenten el salario
a los poetas.

El salario y la vida.

¿Cómo diablos haré yo entonces
para salir de día a comprar el gas,
la carga completa de la 38 Especial
con la que vivo en unión libre
amenazándome? Los granos básicos,
los licores básicos, los roces básicos
en un autobús a La Sabana
(aquel que para frente
a la taberna española
en la que sirven el mejor pulpo
y la mejor soledad a este lado
del Atlántico).

Que nos aumenten el salario
a los poetas.

Que nos cedan los primeros lugares
en las listas de transplantes
y de los Prmios Nobel.

Que nos aumenten las mujeres,
las millas de viajero frecuente
para volar a Tahití y, como Gauguin,
contraer los males nativos,
la reposada adicción
por el aceite de copra y la quinina.

Que nos aumenten todo lo bueno
a los poetas.

El salario.

Los ojos de Grace Kelly.

Y la vida.

Alfredo Trejos

Desde el Callejón del Gato