sábado, 7 de diciembre de 2013

HUMBERTO AK'ABAL


Pequeño audiovisual  de un poema de Humberto AK`abal, registrado en Puerto Corinto, Chinandega Nicaragua, en el marco del II Encuentro Centroamericano de poesía, Chinandega 2013.
Gracias amigo por prestarme un trocito de tu tiempo. Melvyn

Humberto Ak’abal nació en Momostenango, Guatemala, en 1952. Ha publicado los libros de poesía El animalero (1990); Guardián de la caída de agua (1993, galardonado con el Quetzal de Oro APG, por la Asociación de Periodistas Guatemaltecos); Jaguar (1994); Hojas del árbol pajarero (1995) y Breve Antología (1995). Su obra ha sido traducida al francés, alemán e inglés. Poemas suyos han aparecido en periódicos y revistas de Centroamérica, México, Venezuela, Uruguay, España, Francia y Austria. Su libro Guardián de la caída de agua, fue nominado el libro del año y galardonado con el Quetzal de Oro APG, 1993, por la Asociación de Periodistas guatemaltecos.



ELLA

Como la luna
detrás de los eucaliptos,
galana y hermosa,
así era ella;
humilde, sencilla, callada,
descalza como mi tristeza.
Sus ojos, maíz negro.
La trajo la mañana
se la llevó la tarde.
El cielo también
se enamoró de ella.

TU RISA

Se derrumban mis oídos
por los barrancos
siguiendo el eco de tu risa.
Deja su aliento de geranios
desparramada en la neblina
junto al manantial de la montaña.
Cómo huele la flor del durazno,
qué dulce el canto del guardabarranca.
Y tu risa derramándose de tu boca
como el agua de tu tinaja.

VIEJO CALLEJÓN

Después de algunos años
volví a pasar
por el viejo callejón.
Lo hallé igual . . .
Y comenzó a retoñar en mí
una vieja cicatriz.

ÁRBOL

Libro verde
árbol poeta
¡cuanta poesía en tus hojas!
Quienquiera
que se pose en tus ramas
se vuelve cantor.

Y TE APAGASTE

Como llamita de candil
después de una noche de vela,
tus ojos fueron perdiendo luz.
Ya no había nada que ver.
Las campanas
dejaron volar
sus aves de duelo.
Y te apagaste.

PARAÍSO

Aquí era el Paraíso.
Maíz, trigo, frijol,
no había fruto prohíbido,
las culebras eran mudas.
Hombre y mujer
hacían el amor sobre la hierba
y se cubrían con el cielo.
Hasta que hablaron
las serpientes.
Prohibieron los frutos
y se repartieron entre sí
el paraíso.

Desde el Callejón del Gato

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