domingo, 22 de agosto de 2010



Hopo de Gupy
-Poema reticular-
Melvyn Aguilar
    “…Y entra una imagen,
cruza la tensa calma de sus miembros
y al llegar al corazón, deja de ser…”

R. M. Rilke.

PROEMIUM EN QUINCE FRAGMENTOS
(y un paréntesis des-temperado)


I

Un día ella fue al jardín
y tejió una guirnalda.

II

Fijó sus ojos
sus pequeños ojos
en el universo.

Y así descubrió la luz.

Así, afianzó su cuerpo recién salido de la humedad
a las cosas cálidas del mundo
y supo reconocerse entre ellas.

Nadie lo entendió entonces,
nadie lo sabe ahora.

Ella, aún guarda silencio.

III

Más tarde
sus ojos, aún pequeños,
se fundieron con las ventanas y los inviernos,
con las candentes,
aladas,
circulares
travesuras de las hormigas.

Ella se pregunta:

¿Qué se han hecho? ¿A dónde fueron?

Mas,
ella sabe
que están durmiendo
allá
lejos de la luz.

IV

Un pájaro
con su viejo árbol,

un murmullo
con su río,

un duende
con su flor,

guarda ella

en lo más hondo de su retina.

V

Si ella llama, asisto

Si el río nos llama
–iremos al río–

viajaremos sin prisa
por el pasto amarillento de la tarde

–deslizándonos–

a bordo del veterano trineo de cartón.

No hay prisa.

Dejaremos atrás la urbe,
sus ciudades
sus luces.

Ella,
llevará viejos corchos flotadores.

Yo,
migas de pan.

Y sabremos del agua y sus lenguajes
del viento y sus criaturas.

VI

Volveremos al bullicio
–noche adentro–

Nuestros rostros alumbrados
refrendarán toda charla con los árboles
sostenida

todo secreto compartido
con la humedad
y sus linajes.

VII

Para entonces
habremos dejado atrás
furibundos torbellinos de niebla
pequeños espejismos
–alas, alas y alas–
revolviendo el aire
con sus diminutos remos de diamante.

VIII

De adentro de la noche
retornamos
–siempre–

con nuestro mapa intacto.

Y ya ubicados los tesoros
sabremos que no es imposible
la verdad contenida en lo simple.

IX

Ella duerme
sus párpados livianos y nobles,
sin brío,
sin esfuerzo
aprisionan
la claridad que el día instaló en su interior.

Dentro,
muy dentro de ella
prospera un árbol.

Duerme
y su corazón es un pájaro
de mansos gorjeos.

–Ella sueña con ella–

Sueña con el bosque,
sueña con su flor.

X

En su sueño, hay un jardín
en su jardín, hay un árbol,
bajo el árbol, un río
en el río, mansa
el agua fluye,
dócilmente,
sumisa,
suave,
lenta,
así.


PARÉNTESIS DES-TEMPERADO

(Él no duerme
tiene entre sus manos un frasco,
ampollón de cristal pesado,
diáfano como el ojo de un pez asmático.

El piensa en colmarlo, atosigarlo de luz,
embarazarlo.

Lo eleva,
lo alza,
lo presenta.
–Como un cáliz enaltecido–
Lo somete al aire
–la ciudad toda se apodera del vacío–
de su cristalino vientre.

Y hay tanto poder, tanto movimiento, tanta energía,
–hay tanta locura–,
que solo la noche puede sanarlo del espejismo.

Él no duerme,
abre la ventana
y sus ojos se adhieren como un liquen a la humedad de la arboleda.

El sabe que hay otros mundos debajo de los árboles,
que entre sus raíces fluye silenciosamente
la sangre/
de misteriosos suburbios
donde el pez sueña y transmuta el gusarapo.

Allí,
donde el pez dulcísimo baila con la estrella,
donde el
R
E
N
A
C
U
A
J
O
sostiene su incierta existencia de fango,
inflando su interior de podredumbre,
aferrándose al oscuro fondo del abismo)

XI

El aire, el agua, el aire

–el viento en sus pies–

Giratorios pétalos
–descendiendo–

Ella y el columpio
el bosque y las sombras
y el río.

–Algo le crece adentro–

Ella es un árbol,
y su corazón
un péndulo.

Sus dedos
rozan diminutos lirios,
comunidades de pequeñas procesiones flotantes.

El estanque se agita, se fragmenta
la luz se cuela en la luz
–y en las nubes–

le crecen colores a los peces.

Él mira el cielo
y sueña.

XII

Mira la noche muchacha
aspira un trozo de su éter
y deja en el aire
lo que del aire es.

Mira el hervor de sus criaturas
y lo que hay de palpitante en el corazón
de las estrellas/
lo que hay de signo
en el perpetuo torrente de la noche.

Toma ese pétalo muchacha
y sal a caminar conmigo

–no te pido mucho–

tan solo un paso a la vez
ante estos abismos.

Toma mi mano
y deja que el telón de nuestros días
eclosione el polvo
de las viejas ciudades que heredamos.

Y que comience el viaje
con la caída de nuestros párpados,

que se activen los nobles pistones de la carne
–nuestra–
los mecanismos dispuestos
para el combate y sus alertas.

Cierra tus ojos, con los míos
para que las tensas ternuras
en nuestros músculos
sometan a la noche y su herrumbre.

Cierra tus ojos muchacha
y convoca la calma de estas aguas.

XIII

Mañana,
acaso nos sabremos vencedores de la noche
mas aún tus ojos no germinan en el nuevo día.

Y sin embargo algo se festeja
junto a la silenciosa renovación de tus latidos.

–Y el árbol que te habita
poco a poco se colma de pájaros–

Hay una fiesta en ti
y con este nuevo sol
tu piel huele a naranjo.

XIV

Y hoy
mientras aún duermes

yo
sin temor, sin fruición alguna
iré al viejo bosque nuestro
y traeré margaritas
para tu guirnalda.

–Y ya casi, estarás lista–

XV

Sí,
ya se pobló esta charca de criaturas luminosas
y lo que ayer tan solo era revoloteos en el agua
hoy será galope de mujer y nube.

–Un fabuloso éxodo configurándose en comunión
con el horizonte–/

Ya es tiempo de que partas.

Pues el pequeño árbol gestado en tu pecho
ahora provee calma con sus ramajes
–a esta estancia de agua, niño y peces–

Y en vertiginoso juego
de flores
pájaros
y frutos,
atempera con su verde en creciente
al hombre
que empezó a ser niño
en el instante
en que pujaste el vuelo.

–Y qué bien así–

Una niña con sus alas
un niño con sus peces
un jardín con su guirnalda.
Melvyn Aguilar
Del poemario
Malversación del Paraíso

Desde el Callejón del Gato

3 comentarios:

  1. Estimado Melvyn: un hermoso poema onírico, viaje al fondo de la intimidad, denso como el mercurio filosofal, espléndido como el Jardín de las Delicias.
    Un abrazo fraterno

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  2. Muchas gracias amigo cristian por esas palabras tan alentadoras.

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  3. Gracias por tus poemas, sabés que me encantan. Sos un duende mágico de la palabra... y hay que decirlo.

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