Tronco, olla y fogata: la voluntad poética de Melvyn AguilarPor Alfredo Trejos.
Hay una brevedad vegetal y un lejano rumor de fábrica en estos poemas. Hay una siniestra, humana, inconformemente humana urgencia por el hallazgo y la invención en esta poesía. La leés y de inmediato te impresiona que, aun ante un panorama anímico agrietado, surja un sistema de eventos que te recuerdan una y otra vez que estás vivo, que no abjuran de la existencia en un pesimismo tanguero y pelado, como muchas veces pasa.
Por esas cosas, por andar en cosas de dudoso provecho material pero profundamente bellas y útiles a la hora de ver qué rayos hice con el mundo, puedo decir que conozco la poesía de Melvyn Aguilar. O lo podía decir con total solvencia hasta hace unos días. La gran mayoría de poemas que componen Xarxa D'Aranya me han sorprendido por la perspectiva que Melvyn ha ganado en su registro. Siempre amparado al mundo de los clásicos, de lo fantástico, de lo endemoniadamente culto, en este libro hallé un gratísimo giro hacia la inmediatez, hacia lo cotidiana sopa fría, hacia el pan recién trinchado. Acudiendo siempre a sus queridos Martínez Rivas, Ducasse, Panero, por mencionar solo algunos, se da un festín de plasticidad nombradora, bautizante; escucho en su voz la voz de barrio proletario de las enciclopedias, la voz del oficiante salvaje que derrama agua bendita sobre aquello que hasta hoy se llamó tronco, olla, fogata para rehabilitarlos como símbolos. Entonces ese tronco, esa olla, esa fogata, son enzimas sensoriales para desencadenar el mundo una y otra vez que el autor se percata de que todo aquello que lo rodea ha perdido tono, ha envejecido, quizá hasta ha muerto.
Xarxa D'Aranya es un estironazo estilístico para Melvyn Aguilar. Diríamos: llegó algo tarde. Pero no lo creo. Creo en cambio que Melvyn se ha dosificado muy bien en su búsqueda de madurez, de tierra firme. Incluso diría que ha sostenido un acento de consumación con suma valentía hace años. Hoy, este libro viene a ser el informe de todos esos años en los que se la ha pasado –me consta- percutiendo el fulminante de las esquinas y la deshora. Hoy estos son los resultados: una densa máquina poética que expulsa un humo rojo, casi sanguíneo, un juego de mesa poético de reglas mutables, ambiguas y deslumbrantes, un estudio casi cartográfico de sus grandes motivaciones creadoras.
Es hermoso cómo Melvyn no deja de incitar a sus motivaciones a manifestarse más allá de la línea, más allá de la recurrencia. Todos los poetas lo hacemos pero la franqueza y el afán propiciatorio con que el autor de Xarxa D'Aranya lo hace es convincente al punto de despertar complicidades abandonadas con rencor hace tiempo por deslealtad, por hastío, por negligencia. Esto es real nostalgia, tocar duro a la puerta dibujada.
Una construcción escénica desbordada y mortificante tiene este libro. Desde el inseguro nido de un Roberto Bolaño que hace lo que puede no para crear sino para mantenerse con vida hasta las selvas asfaltadas y leñosas del hombre común que se reconoce en una herramienta rota colgando ahí en la afiladuría, Xarxa D'Aranya abarca, o barre quizá, un gran campo de estímulos, un horizonte esférico.
Este delirio de nombre extraño debe leerse limpia y detenidamente. Tomarlo a bulto es una ligereza, un avance febril. Su naturaleza y su lenguaje van hombro con hombro, síntoma de buena literatura. De la que no se aprende a hacer acá no más ni así no más. Su naturaleza y su lenguaje jamás se pierden de vista. Créanme que lograr algo así es difícil. Así se determina una obra duradera, estimulante, conseguida por un poeta fino, riguroso. De los de verdad.
Alfredo Trejos.
Cartago. 25 de noviembre de 2012.
Presentación de "Xarxa D' Aranya" de Melvyn Aguilar, por Alexander Obando XARXA D’ARANYA
I
La primera impresión que me quedó después de leer Xarxa dá Aranya es la de la asociación con las lecturas ya hechas en algún momento de mi vida como lector. Y esto no se debe a que Melvyn Aguilar haya carecido de creatividad poética, sino a que nuestro cerebro, ya sea por mecanismos propios de su misma entropía, ya sea por ser un viejo hábito cultural, tiende a traernos a colación aquello que ya conocemos y que guarda algún posible parecido con el nuevo material al que nos enfrentamos. En el caso de Xarxa d’aranya el elenco revivido por este viejo cerebro mío ha sido muy particular: la obra de Rimbaud, la de Lautremont y la Saint-John Perse han sido quizás las más notables, sin dejar de lado también la poesía de René Char, y particularmente, la de Eunice Odio.
La reacción facilista a esta primera impresión mía sería decir que Aguilar entonces ha imitado bien a esos autores. Eso sería, repito, la interpretación mezquina de la relación que acabo de señalar. Pero no vayamos a entrar en la mezquindad literaria costarricense porque ya, de hecho, vivimos nadando y haciendo gorgoritos en ella. Entremos, más bien, por la puerta semi oculta del hombre y de su vida.
Para empezar, Melvyn Aguilar Delgado, al igual que doña Rima de Vallbona, no es claro en lo referente a su edad actual. Sabemos que aparece en la escena poética costarricense por allá de 1988 al fundar, junto a Claudio Sánchez y Sergio Barboza, el Anti-Taller-Anti. La broma semántica del título ya expresa claramente el deseo de estos autores de no sumirse de lleno en la hamaca de los sueños trascendentalistas, por un lado, y de tampoco re-instalar la bandera de poesía social utilizada por Jorge Debravo y toda una generación de epígonos nacionales. Aguilar y sus amigos estaban, mejor dicho, a la búsqueda de lago nuevo. Y cabe señalar aquí que el poeta que se compromete con la exploración de lo nuevo, lo diferente, está de hecho haciendo votos de amargura, de trabajo muy arduo y de posible fracaso. Dice el refrán que no hay nada más difícil en literatura que la sencillez… Pues es mentira, porque algo todavía más arduo y espinoso que la sencillez es encontrar una voz propia y que no parezca pose de otras voces. Puede tener ecos y fuertes reminiscencias de otras poéticas, pero en el fondo, debe ser la propia. Y creo que eso es lo que Aguilar finalmente logra con Xarxa d’aranya: un libro nuevo, diferente y propio, que sin embargo se sirve generosamente del mundo poético que lo rodea y transforma ese mundo en sombras y luces de un particular matiz personal.
Como ya señalábamos más arriba, Melvyn Aguilar ingresa al ring literario en 1988 y trabaja en el grupo ya mencionado, hasta que en 1992 se une a David Maradiaga y a otro montón de artistas en el proyecto cultural que llevó como nombre Octubre Alfil-4. Digo que “a otro montón de artistas” porque los que fueran aspirantes al Parnaso costarricense de los 90, no estaban en nada si no estaban trabajando con Octubre Alfil-4. (Por cierto, yo fui uno de esos que no estaba con el grupo… debido a mi horario de trabajo). Cuando yo salía de dar clases a las 8:45 pm me trasladaba rápidamente a la Calle Cáustica para trabajar con el colectivo, pero la etapa de trabajo ya había mutado hacia las correspondientes saturnales de viernes por la noche. Así que mi participación fue más etílica que instrumental en el grupo, más de compa de guaro que de miembro activo.
Pero fue en esas veladas, sin embargo, donde empecé a transar amistad con Melvyn y donde conocí por primera vez su trabajo. Lo único que recuerdo con claridad de esas noches en El Jardín del Pulpo o en Tauros es que el trabajo de Aguilar con su poesía era asiduo y tenaz. Estaba en etapa de formación y consecuentemente mostraba muchas influencias diversas sin dejar salir aún lo particular, lo propio, la marca de origen que todo trabajo literario maduro debe llevar.
Pasaron los años y yo publiqué mi primer libro. Eso y una serie de amigos en común me puso de nuevo en contacto con Melvyn Aguilar. Durante lo primeros tres a cinco años del nuevo siglo era costumbre terminar las saturnales de viernes donde de Melvyn, en un pequeño apartamento contiguo a la casa de Livia Cordero. Ahí conocí más del trabajo poético de nuestro amigo, me enseñó un extenso archivo que guardaba con todo tipo de documentos de y sobre David Maradiaga y también me enseñó a usar un puñal o machete de manera defensiva y ofensiva. ¿Por qué eso y no lecciones básicas de latín o taquigrafía?... No lo sé… “Cosas del guaro”, dice la gente... ¡Misterios báquicos!... diría yo.
Como fuere, mucha de la poesía que leí de Melvyn en esas veladas mostraba un definitivo cambio hacia la madurez poética, pero nada de lo que vi en ese entonces —lo digo con toda sinceridad— me preparó para Xarxa d’aranya.
A estas alturas debo hacer una aclaración importante. Por razones que yo mismo no conozco, no he tenido la oportunidad de leer Territorios Habituales, el primer libro publicado de Aguilar en 2006. Así que toda apreciación mía sobre su obra parte de la lectura de sus textos, tanto publicados como inéditos en los últimos 20 años, con la excepción de Territorios Habituales. Seguimos.
II
El libro que hoy nos convoca está dividido en cuatro partes. Las dos primeras, tituladas Memorándum y Ruleta rusa, son, en opinión de este lector, bastante parecidas entre sí. Quizás las diferencie un poco el tono levemente más exteriorista que encontramos en Ruleta rusa, pero los diez poemas de las dos secciones se caracterizan, en general, por el tono menor y la discreción, algo como la verdad poética apenas susurrada. Además, son poemas que si fuesen narraciones parecerían entonces carecer de final porque hay un punto donde el poeta da la impresión de abandonar cada uno de estos textos a su suerte. Obviamente ese no es el caso y los poemas están bien construidos y terminados, pero esa sensación de efimeridad vibra sobre ellos y nos da la impresión de que el poeta los abandona abrumado —creemos— ya sea por el recuerdo o por la misma nostalgia.
Y si es cierto que hay un dios de las cosas pequeñas, como ha dicho la escritora Arundhati Roy, entonces debe haber también un dios de los poemas menores, los poemas discretos, los que susurran en lugar de gritar, los que son, como señalamos antes, poemas en tono menor: apenas suspiro, apenas sensación contenida. No en balde estos textos tienen como “personajes” a los amigos idos. Son entonces, o más bien, han quedado, como esas sombras del Hades helénico donde no hay dolor ni alegría simplemente porque no hay memoria. Y nace entonces es el papel del poeta: darle a esas sombras continuidad en el mundo de los vivos. Hacer de la memoria un homenaje y una realidad por medio de la palabra.
III
Las últimas dos secciones, llamadas Discurso del tiempo, la tercera, y Treinta pesquisas para el laberinto de Ecinue, la cuarta y final, representan, en mi opinión, el corazón y esencia del libro. Para empezar, son radicalmente distintas a las primeras dos secciones, pues donde aquellas usan sordina y murmullos, las subsiguientes son vivaces, intensas y a ratos hasta electrificantes. Se imponen con la fuerza de lo mítico y lo elegíaco.
Discurso del tiempo retoma formalmente algunos elementos del creacionismo huidobriano al punto que tal intención es anunciada en el prólogo:
Aquí y ahora padre con la rancia navaja de Altazor, en Lincantén desastillo tu olvido de madera…
Toda esta sección del libro asume una fuerte modalidad holocáustica y dolorosa que también nos aporta resonancias del Antiguo Testamento, al menos en cuanto a recursos formales. Y es aquí también donde aparecen similitudes de construcción con la poesía en prosa francesa, particularmente Rimbaud, Lautremont y Saint John-Perse. Esta poesía se muestra vigorosa pero esquiva. No parece haber correlación inmediata entre lo poético y la realidad, pues el hermetismo apenas insinuado en las dos primeras secciones aquí toma cabal fuerza construyendo mundos propios. Aquí llega la poesía de Melvyn Aguilar a un nivel de fuerza épica que, nosotros al menos, desconocemos en su obra anterior.
La sección final, llamada Treinta pesquisas para el laberinto de Ecinue está conformada, efectivamente, por treinta poemas breves en torno a la figura de Eunice Odio, en despliegue dual de creadora y de musa. Pero no solo posee alusiones a la poeta costarricense sino que incluso asume, no sin algo de riesgo, un poco del estilo de Eunice. Poesía evocativa y muy dúctil aunque persiste la inclinación hermética del poeta. Es una especie de canto propiciatorio que con Ecinue, tú lírico, protagonista y diosa invocada, va reconstruyendo el mundo a partir del caos que se vislumbra en las otras secciones del poemario. Esto tiene el efecto de redondear temáticamente la obra y de cerrarla con una suerte de clímax interno.
En conclusión, me parece que Xaxa d’aranya, dada su peculiar naturaleza, será una obra apreciada por muchos escritores y que se constituirá quizás en poesía para poetas, más que poesía para lectores medios. Pero eso, como sabemos, lejos de ser un defecto es una gran virtud.
También es cierto que hay una que otra disonancia o incluso alguna cacofonía digna de reconsiderar en la obra, pero nada de eso va a oscurecer un trabajo cuyos méritos ya son tan evidentes.
La Mirada,
2 de diciembre de 2012.
XARXA D’ARANYA de Melvyn Aguilar Por Zingonia ZingoneRoma, V 2012
Xarxa D’Aranya: telaraña de una araña que busca sus orígenes vagando por territorios conocidos y desconocidos, nombrando lo visible y lo arcano, envolviendo al lector en un tejido complejo de palabras y conceptos; una especie de zoom de una esquina o del centro del mapa que reside en la mente del autor.
Melvyn Aguilar sabe ser esencial en su poesía, midiendo palabras, cortando todo exceso hasta deshuesar el hueso de sí mismo; sin embargo, ama desplazar al lector recurriendo al lenguaje enigmático. Llevándolo hacia las pequeñas cosas que él considera importantes. Pequeñas en sentido agudo, porque el autor bien sabe que en un átomo se resume el universo.
¿Por qué entonces construye una telaraña tan compleja? ¿Por qué juga a las escondidas entre calles cáusticas y mallas febrífugas/hemostáticas? ¿Será eso necesario para demostrar que un elefante sí puede balancearse sobre la tela de una araña?
No lo sabemos.
El libro se abre con la diafanidad de una paloma y toda la transparencia del amor filial. Pero es allí mismo que nacen las dudas sobre el hombre y su actuar terrenal:Un peldaño remonta cada jornada / pero no logra descifrar / en su necio intento / el laberinto que de la tierra / hemos hecho. Afirmación que conduce a la paradoja que el hombre vive a diario.
Paradoja que crece enmarañada entre lo bíblico y lo doméstico, lo casi obvio y lo incomprensible. Si Eugène Ionesco se acogía a lo absurdo para evidenciar lo evidente, lo que el hombre ignora o pretende ignorar, Melvyn Aguilar se acoge a lo ignorado, lo rebautiza y certifica que lo absurdo es lo normal.
Como la ruleta rusa.
Como Xarxa D’Aranya, donde el orden desorientador en el que se suceden los capítulos y las formas poéticas empleadas, es un sello del autor. Es un afirmar (quizá involuntario) que su cámara enfoca el mundo de esa manera.
Pero, Melvyn sabe que la verdad nunca es una sola y mientras la niña duerme que ya desde lo alto, / –como un rayo– / la abeja, en su tránsito de nieve / ha coronado con trigo / tu cabeza, nos recuerda que nada se pierde para siempre, porque en los márgenes / de la luna / apresada está / la memoria / del mundo.
Como en un libro, esa pequeña cosa que debemos recordar.
XARXA D'ARANYA o el revés del espejoPor Cristián Marcelo Sánchez *
La poesía de Melvyn Aguilar es suntuosa, salvaje, mítica, impecable, fragmentaria, poliédrica; a veces parece una sinfonía; otras veces, el susurro de un fantasma desde el otro lado del espejo.XARXA D'ARANYA ( o pequeñas cosas que deben recordarse) es un poemario que no da cuartel a lector, fuera o alejado de la otra sentimentalidad o de la poesía de la experiencia, se levanta como un dolmen para mostrar los espacios en que las partículas del ser vibran enloquecidas por la cabeza giratoria de un artificio. No hay lugar para inocencia, no hay lugar para la Sra. Cacatúa, para el poeta snob de gafas a la John Lennon, no hay lugar para los niños que experimentan con la realidad del barrio, cuando los barrios han desaparecido y solo queda el vacío mirándonos a los ojos con una sonrisa maliciosa.
XARXA D'ARAYAN es la red de una araña trazada sobre las piedras de Nazca, es la araña que renacida transita por las tablillas, los papiros, el papel, los píxeles de las pantallas. Desde la profundidad de MEMORÁNDUM, por los recovecos de DISCURSO DEL TIEMPO, hasta TREINTA PESQUISAS, la poesía tiene otra manera leerse. Nos recuerda que el poema no es solamente una verdad, sino una amalgama de formas clásicas, barrocas, surrealistas, construcción en elipsis, interés por lo raro, lo extraño, de musicalidades sangrantes, y un yo que regresa de las catacumbas.
Melvyn Aguilar es un estilo, y el estilo es el hombre, dicen. XARXA D'ARANYA es un poemario que muestra la maestría del Melvyn, esa maestría que solo logran los genios o los dioses. Sus poemas tienen ese brillo, esa chispa que salta del infierno e inflama el corazón del lector-poeta, del lector-lector. Poemas densos como el aire, como el agua o la luna. El espejo está allí, Melvyn lo sabe, aunque el lector no se haya dado cuenta. Ecinue es Alicia, y Melvyn el conejo o el brujo en un extraño mundo entrelazado infinitamente en las palabras... Con el tiempo se olvidan muchas cosas que deberían recordarse.
Desde el Callejón del Gato