Cine en los sótanos, de Alfredo Trejos.
Texto por Zingonia Zingone*.
Este nuevo libro de Alfredo se abre con una dedicatoria: a Felipe Granados.No es casualidad que a través de Cine en los sótanos se haga tributo al autor de Soundtrack. De la banda sonora de una misma soledad urbana, caracterizada por sus “amantes alcohólicos”, por el “humo de bunkers y basura”, por “cuchillos, travestis, moteles…”. Una soledad sonora de iconos compartidos, de flores crecidas en el mismo asfalto generacional: el de las referencias, de un modo de vida “absoluto”, aprendido por la vida misma y por un proceso de osmosis poética unidireccional con los grandes maestros del on the road, cuya obra nace de el camino compartido, una misma carretera para entrañables, recorrida al son del jazz, del alcohol y de las drogas.
Una matriz común que amarra el oscuro territorio de la creación poética de estos dos poetas. De donde, sin embargo, gritan voces muy distintas, con líricas a veces disonantes. Esta soledad urbana sirve de marco también para los libros escritos anteriormente por Alfredo: Carta sin Cuerpo, Arrullo para la noche tóxica y Vehículos pesados. La presencia de la soledad es una constante.
En los últimos poemas de Arrullo la voz de Trejos comienza a pronunciar palabras en inglés, referencias a un mundo internacional: Desnudo, Calle Fitzroy, sobre una obra del británico Matthew Smith,Telegrama en blue desde el Cunard Princess, Blue Harbor Blues. Elemento, éste, que rápidamente se convierte en una característica muy propia de la poesía de Alfredo, presente ya en todos los poemas de la segunda sección de Vehículos pesados, titulada Nighthawks, donde extiende el horizonte referencial a Francia, a Italia. Son personajes, sitios, objetos importados e implantados en su poesía, para proyectar su mundo personal en una pantalla más amplia, que obliga el lector a un viaje completo de los cinco sentidos.
Viaje que culmina en Cine en los sótanos, un sitio en el cual se vuelve imperativo saber de películas, de poesía, de música, de whiskies que no se encuentran en el mercado nacional, para poder tocar más la ecléctica esencia del autor, que enfoca el mundo con una lente transversal.
Alfredo escribe una introducción a este libro y la titula: Del mejor cine casero: atribuible al whiskey Widowmaker. Voy a leer una pequeña parte como ejemplo de la transposición que hace el autor de un mundo sobre el otro, de lo ajeno sobre lo propio, no para esconderse, más bien para entregarse/dispararse con renovada puntería. Dice:
“Me conformo con que la vida sea esa flor leñosa clavada en la tierra. La tarde cae como una de esas píldoras de dos colores —dos tonos de gris, dos tonos de naranja—. Hay una foto de James Dean sobre la mesa, tomada en la calle 68 Oeste de Nueva York, año de 1955. A ambas orillas de la calle los automóviles parecen ballenas azules que han muerto quizá desde hace mucho bajo un chorro de metal fundido. Es el tiempo de los luchadores enmascarados, el tiempo en el que las heridas de bala se usaban bajo la solapa. Los pantalones de Dean lucen arrugados. Quizá ha estado bebiendo (me niego a pensar que no bebiera siendo él tan del Método) y cuando uno bebe no pone atención a esos detalles.
Hay noches en que toda la cerveza del mundo entra de golpe en la cadena alimentaria y la lucha se torna feroz… Anoche, en algún lugar que no recuerdo, gasté miserablemente un poco de dinero que llegó con la ropa sucia. Dinero sucio, supongo.”
No es sólo poesía de imágenes concadenadas, la de Alfredo Trejos, un Siddharta iluminado por la luz floja de los sótanos, por la sordidez de los espacios compartidos con las ratas callejeras del nocturno deambular. El refugio del poeta puede ser una cantina o la milagrosa pantalla que, filtrada por los sentidos del poeta, trae a flote sus fracasos, su lúcida esquizofrenia, sus soledades y nostalgias. No es poesía de cine mudo, se escucha fuerte la estridencia ínsita en la injusticia urbana, de esa ciudad que es a la vez refugio y calle sin salida: sólo en la ciudad nos reconocemos como en la muerte.
Cine en los sótanos es el guión secreto –lo que al espectador común no es dado conocer- de un largo viaje inútil que el poeta escoge vivir crudamente, tal y como es. "El cine expresa la realidad a través de la realidad" escribió Pier Paolo Pasolini, y así Trejos proyecta su realidad, donde la vida es como una película. Y el amor es como se ve en las pantallas del cine clásico: mujeres encantadoras y pasajeras.
La voz de Trejos se reafirma como una singular expresión neo-beat, caracterizada por las numerosas referencias que hacen dialogar lo casero/cercano con lo inesperadamente conocido, catapultado desde el otro lado del mundo por medio de un buen libro o una película vista mil veces en el sótano imaginario de su habitación.
"Pero hoy toca cantar algo de Yves Montand/la buena vida en lugares de mala muerte".
Roma, 12 de abril de 2011
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